
¡Oh, mi Esposo bello y delicado!
Esperar para cuidarte, eso espero,
Renunciando ya, por ti, a otros amores,
Dejando así atracciones mundanales,
Que ejercen atrevidas pasajeras.
Sólo mirando el camino de verdades,
Llegando a la pureza del Amado,
Sintiéndose acunada suavemente,
Con la ligera brisa de la noche,
Cual caricia en los párpados cerrados,
Sólo los sentidos, enajenados,
Aprendiendo la llegada en sintonía,
Y esa sutil sensación de compañía,
Que hace vibrar el cuerpo y al alma mía,
Sintiendo desfallecerse arrobada,
En un eterno abrazo de cada día,
Al paso del Esposo en la lejanía,
Presintiendo muy hondo, su cercanía,
Pues el alma casta y pura en armonía,
Sólo vive ya pendiente cada día,
Estando preparada, enamorada,
Recibiendo al Esposo, en su día,
Con la lámpara presta y encendida,
Duerme, vela y un poco adormecida,
Disfrutando pues, así, la pronta dicha,
Tener entre sus brazos al Amado,
Al buen Esposo que su Rey, le ha dado,
En una unión que dure para siempre.
Sintiéndose dichosa, alborozada,
Y así, de alegría, toda ella ha vibrado,
Su cuerpo, sin reserva, le ha entregado.
Toda su pureza, en prueba de su amor,
Y fiel al voto que le hizo a su Señor,
Cuando sintiendo, en el fondo de su alma,
Siete años ha, que Él mismo, un día lo pidiera.
Durante todo este tiempo de espera,
Para ir eliminando poco a poco,
Con la gracia que entonces ya le diera,
Las cosas que le apartan de su Amado,
Sólo pensando, en lo que a Él sí le agrada,
Con la ayuda que le llega cada día,
Al pensar con Él, su ausencia y presencia,
Más fuerza así le aumenta que Él le diera.
Y así va caminando, pues Él, la guía,
Sin detenerse en nada que no fuera,
Para ser su visión, recuerdo y meta,
Donde quieren llegar pronto y sentirse,
Por fin eternamente abrazados,
Y fieles y amorosos, ya no verse,
En ningún otro rostro, reflejados.
Vicente Enguídanos Garrido
3-5-2011
Al leer este poema de Vicente Enguídanos y concentrarme en sus palabras, me encuentro que llegando a la pureza del Amado; se revisten los sentidos enloquecidos de tal Amor, que se olvida una de sí misma, en honor a ese otro Ser que habita en el interior del alma y habla en lo secreto. Ya no eres dueña de ti misma y aún de lo que en el mundo te tocó por justo, y es la belleza de tal manera, que en la noche oscura y en la mística, cuando el cuerpo es la nada y el sol como la luna se tornan las pruebas, los protagonistas de unos amores que no son sino olvido.
¿Qué me dices de la llama que arde en la espesura de un tiempo olvidado y que place de su soledad, de encontrarse con su Señor y amarle; sin dudas ni temores. Fe esperanza y caridad; son la fuente que te impulsa a saberte hija enamorada de aquel que lo es todo en mi.
Gracias Vicente, por la Luz que en mi vida has anunciado, semilla de cuerpo cansado, pero testigo de amores vivos que busca al Amado como cierva entre praderas. Sí, fue el silencio, fue el amor, fue el dolor, que como cuento en un poema; me habló de DIOS.
Soy pura y estoy enamorada, soy estrella en la noche que tú pintaste y ruiseñor en la mañana. Alondra, vuelo de gaviota y de poeta que sabe de amores encendidos, con dolor y con sonrisa, alegría incomprendida que reina en el alma que le habla a su Señor.
Me dirán loca, loca de AMOR, como en tu poema cantaste en la noche: ¡Soy para ti mi SEÑOR!.
Gracias por eso versos que desnudan el alma del poeta y le dan todo a su Señor, mostrando la Verdad de un tiempo sin preguntas, donde el Misterio de ese Amor, ha de continuar siendo Misterio.
El misterio del Amor entre el Alma y su Señor, la grandeza que habita en lo escondido y la imagen siempre viva en la fe, nos traslada a mundos sólo comprendidos cuando la experiencia del Amor humano y el espiritual se unen en la entrega incondicional y olvidada de uno mismo.
A tal grandeza alcanza esta poesía que es capaz de hacernos captar y regalarnos un poquito de ese infinito real que es el hombre místico.
María Fonellosa





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